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martes, 20 de julio de 2010

Escritos de Geenom 22 La meditación, herramienta para elevar la consciencia.


La meditación, herramienta para elevar la consciencia. Los que nos rodean, espejo en donde referenciarnos.

No esperemos encontrar en el presente las cosas que encontraremos en el futuro. Cada cosa tiene su momento y el presente de hoy es el futuro de ayer...


El dominio de los impulsos, la interpretación de los instintos, la búsqueda por medio de la razón del fin último, la utilización de la lógica, el no marcarse límites, tanto a la lógica como a la razón, nos harán progresar en el camino.

El hecho de que intuyamos cuáles son las próximas etapas, no nos exime de realizar el recorrido hasta ellas. Los saltos no son convenientes, todo tiene un proceso lógico que hemos de cumplir en cada caso.

Si debes esperar sentado al lado del camino, meditando, quizás sea más importante esa acción que el hecho de correr desaforadamente; porque meditando quizás llegues a avanzar más rápidamente que el corredor. Sin embargo, tampoco hay que quedarse en la mera meditación; ella nos debe servir como pauta de comportamiento para no desviarnos. El que corre a ciegas, sin meditar, puede correr en cualquier dirección y no necesariamente la correcta. Sentémonos a meditar cuando lo creamos conveniente y una vez que hayamos encontrado los límites del sendero, corramos. Corramos hasta que no sepamos dónde están esos límites, en cuyo momento habrá que volver a sentarse para meditar y encontrarlos.

Los límites los marcan los que nos rodean; ellos nos dan la referencia de dónde estamos. De la forma como nos afecten las relaciones con ellos, será la definición de nuestra propia personalidad en ese momento, de nuestro propio ser, de dónde estamos, de lo que hemos conseguido y de lo que nos espera.

Fijémonos en los demás, veamos en ellos nuestro espejo. Observemos a aquel que nos mira con recriminación, pero también observemos a aquel que nos mira con la sonrisa en los labios, porque ambos pueden tener razón.

No esperemos encontrar en el presente las cosas que encontraremos en el futuro. Cada cosa tiene su momento y el presente de hoy es el futuro de ayer. Sepamos vivir el momento, sepamos fundirnos con cuanto nos rodea, poniendo lo mejor de nosotros para que de esa forma podamos absorber toda la energía que está a nuestro alrededor.

Demos para recibir. Seamos capaces de abrirnos porque es la única manera para poder recibir. Si nos cerramos, no recibimos, porque todo lo que vayamos a recibir chocará con la puerta cerrada de nuestro egoísmo, de nuestro orgullo, de nuestra falta de caridad.

Busquemos, en nuestros próximos más próximos, la fuente y el espejo para abrirnos. Son los únicos parámetros de los que nos

podemos fiar: aquellos que están en círculo con nosotros, nosotros en el medio y los demás alrededor. Al mismo tiempo, nosotros estamos alrededor de todos los demás.

Uniendo nuestras manos haremos una cadena energética suficientemente potente como para iluminar un gran círculo. Alcancemos la vibración necesaria. Unamos nuestras manos, porque de esta forma estaremos uniendo toda nuestra energía vital y el que esté más débil recibirá la compensación adecuada y, de esta forma, todos estaremos al mismo nivel.

Hagamos la apertura de canales necesaria para absorber la energía que nos falte, para que nuestra luz brille lo suficiente como para poder ser observados, y vivamos la experiencia individualmente y en común, porque si sabemos vivirla marcará los próximos límites de nuestra existencia.

domingo, 11 de julio de 2010

Escritos de Geenom 21

La agresividad. Los cuatro puntos cardinales de la Conciencia.





El egoísmo es la pieza fundamental que nos mueve con agresividad hacia los demás. Buscamos obtener cuanto deseamos sin tener en cuenta dónde, cuándo y cómo buscarlo. Sólo tenemos en cuenta de quién obtenerlo.

La manifestación más palpable de la emotividad del hombre es la agresión; agresión a cuanto le rodea. Los deseos insatisfechos que se producen a nivel consciente o inconsciente, producen una reacción violenta muy marcada emotivamente. El egoísmo es la pieza fundamental que nos mueve con agresividad hacia los demás. Buscamos obtener cuanto deseamos sin tener en cuenta dónde, cuándo y cómo buscarlo. Sólo tenemos en cuenta de quién obtenerlo. Cuando no hallamos la respuesta adecuada, entra en funcionamiento la agresividad.

Siempre esperamos obtener algo, aunque lo que demos sea mucho más pequeño. La auto valoración, el egocentrismo, son determinantes. Cuantitativamente damos poco, pero creemos que cualitativamente es mucho más de lo que esperamos recibir.

Si tuviésemos en cuenta que el hombre, desde sus comienzos, buscaba ante todo la satisfacción a sus deseos, veríamos cómo es una pauta de comportamiento que está intrínseca en él.

La diferencia entre el hombre evolucionado y el que no lo está, es que el hombre evolucionado busca satisfacer sus deseos sin menosprecio de nadie. El hombre no evolucionado no se para a mirar el daño que puede causar por la obtención de sus deseos.

Cuando el hombre está solo, cuando tiene que obtener de sí mismo lo que desea, entonces llega la angustia, la locura, porque no está preparado para dar, sólo para recibir. Así, se une a los demás para obtener lo que busca. A veces les pone la etiqueta del bien común; dice hacer las cosas para el bien común. En primer lugar hace las cosas para su autosatisfacción, camina a ciegas, no desea ser equiparado a nadie. El orgullo y la soberbia son piezas fundamentales del egocentrismo y no existe el hombre solo, ni es el centro de la creación. Es una pieza importante, es una pieza muy importante, pero en absoluto la más importante.

Para amar agrede; para agredir dice que ama. Los labios dicen unas cosas que los ojos desmienten. Es tan necio que piensa que sus actos no le delatarán. Siempre se sabe por qué hacemos las cosas; más tarde o más temprano, pero siempre; porque a pesar de que intentemos ocultarlo a los demás, no podremos ocultarlo a nosotros mismos.

Seamos sinceros a pesar del riesgo que esto conlleva. No nos engañemos a nosotros mismos ni a los demás, porque estaremos entonces parándonos en ese camino que hemos obligatoriamente de recorrer. Así lo deseamos en su día y así debemos llegar hasta el final.

No seamos injustos porque el ser injusto significa ser una persona con muy poca caridad. Justicia, humildad, caridad y sinceridad, serían los cuatro puntos cardinales de nuestra conciencia. Puntos de referencia, puntos donde habría que dirigir la mirada cada vez que tenemos que relacionarnos con los demás, que tenemos que tomar decisiones o que debemos pedir algo, porque siempre pedimos algo a cambio, y ese no es el camino.

Siempre que debamos pedir algo hagámoslo sin temor, sin temor a que nos pidan la contrapartida. No pedimos para que no nos pidan; este es el gran error. Somos una cadena, estamos interrelacionados. No seamos un corte en esa cadena.

De los cuatro puntos cardinales recibimos influencia. Debemos tocar con los pies, con las manos, con la cabeza, los cuatro puntos cardinales. Marquemos los pasos en el camino que nos hemos trazado. Veamos dónde está nuestra mano izquierda y nuestra mano derecha. Miremos hacia el Norte, hacia arriba; pisemos bien en el Sur, pero no nos desconectemos de los puntos cardinales que nos hacen falta para seguir adelante, porque en el centro de los cuatro está la marca principal que nos impulsa hacia adelante: la fe en nosotros mismos.
Tengamos también fe en los demás y en que al final encontraremos lo que hemos buscado. No cerremos la puerta a nadie, porque cerrar la puerta es cortar el eslabón de la cadena. Abramos nuestros brazos y nuestro corazón, porque en él tiene cabida toda la humanidad. Somos parte de ella. No nos desvinculemos, no queramos ir por nuestro camino pensando que es el único o el mejor. Es una cadena y todos vamos por el mismo camino.

Escuchemos a nuestros hermanos y que nuestra boca diga exactamente lo que dicen nuestros ojos, porque siempre, más tarde o más temprano, sabremos y sabrán por qué hacemos las cosas. No nos engañemos y seamos fieles a nosotros mismos.

Escritos de Geenom 20

Las huellas que deja la experiencia. La autorresponsabilidad.







Pasar por el mundo, por la vida que hemos elegido, sin dejarningún tipo de huella en uno mismo o en los que nos rodean, es malgastar una vida


Sabemos que un campo está sembrado cuando vemos las marcas que en él ha dejado el arado. La vida también marca al ser humano. Cada una de esas marcas es un surco donde han ido introduciéndose las semillas de la experiencia. Un hombre sin marcas no genera dentro de él nada que pueda ser útil a los que le rodean. Los sinsabores, los problemas, las alegrías, todo, son trazos que dejan plantada en el hombre la semilla de la experiencia.

De todo lo que el hombre hace debe obtener un provecho para él y para sus semejantes. Depende de su capacidad de asimilación que esa semilla fructifique más tarde o más temprano. Siempre tenemos que cuidarla, tenemos que cuidar nuestro campo, nuestros surcos, nuestra experiencia, porque es lo que podemos aportar, lo que hemos conseguido con esfuerzo.

Todo aquello que nos ha dejado marca es lo que podremos aportar. Pasar por el mundo, por la vida que hemos elegido, sin dejarningún tipo de huella en uno mismo o en los que nos rodean, es malgastar una vida, es tener un campo y no ararlo, no sembrarlo, no hacerlo fructificar. Tenemos el campo que hemos elegido. No es ni mejor ni peor que el del vecino, es el campo que hemos elegido porque es el campo que mejor trabajaremos.

La lluvia hace germinar las semillas. El Sol las vivifica y las hace crecer. La lluvia es la palabra que nos llega y que hace germinar lo que hemos sembrado en cada surco. Es necesario que haya semilla para que cuando nos llegue el agua pueda germinar. El Sol es la luz hacia donde la planta se dirige, el objetivo.

Dos plantas iguales no luchan entre sí por el agua; cada una la absorbe según sus raíces y las raíces se forman día a día en el contacto con la tierra, donde estamos todos juntos formando la gran familia del género humano.
No sirve de nada embalsar el agua si después no se va a hacer buen provecho de ella. El agua puede regar o inundar. Canalicemos bien el agua y obtendremos una buena cosecha. Canalicemos mal el agua y destruiremos la cosecha.

Vigilemos nuestro campo cada día. Observemos y oigamos cómo crecen las plantas. Hablémosles, compartamos con ellas la alegría de estar vivos, de poder ser útiles. No dejemos de arar, de sembrar, de regar y de cosechar porque es la misión que tenemos cada uno en su tierra.

Amemos lo que el Cosmos nos ha dado porque cuando nos lo ha dado es porque confía en nosotros. Hagamos honor a esta confianza y no permitamos que nuestra cosecha se malogre.

Ayudemos al prójimo en su campo; enseñémosle cómo canalizar el agua que recibe, pero hagámoslo con humildad, porque es el vehículo que nos unirá a nuestro prójimo. La humildad, el ser conscientes de que todo lo que nosotros hayamos podido hacer, no lo ha sido por generación espontánea; sino que nos ha sido entregado y hemos sido ayudados.

Seamos humildes y caritativos con cuantos nos rodean. No seamos jueces del comportamiento ajeno porque cada uno está haciendo lo que cree más conveniente. Sólo si veis que uno, el que está al lado, va a hundirse, entonces ofrécele tu mano con humildad.

 Que cada uno ponga su mano en su arado y se proponga que su cosecha sea fructífera.








Escritos de Geenom 19

La sinceridad. El derrumbamiento de los pilares materiales. La toma de consciencia.





El ser humano le da mucho valor a esta actitud, pero se cae en el error de confundir sinceridad con agresividad.




La constante invariable del comportamiento humano es la falta de sinceridad consigo mismo y, por tanto, con los demás. El empleo de la palabra sinceridad es considerado como un don preciado, precisamente por su escasez. Un hombre puede tener graves defectos en su comportamiento, pero todos quedan borrados si en opinión de los demás ese hombre es sincero.

El ser humano le da mucho valor a esta actitud, pero se cae en el error de confundir sinceridad con agresividad. Se dicen verdades "a la cara" que no son más que conceptos subjetivos no suficientemente meditados; sin embargo, el interlocutor dice que al menos han sido sinceros con él. En realidad, han sido agresivos con él, agresivos y no sinceros, porque para ser sincero, hay que tener una gran preparación humana en todos los niveles.



Si amas no agredes, ni de palabra ni de obra. Si amas, miras, das, entregas. Todo tu cuerpo está siendo sincero en el sentimiento más profundo que existe.



La sociedad debiera valorar mucho más al hombre que ama sin reservas, porque la sinceridad no es más que una manifestación de este amor. Cuando se ama se es sincero, porque se descubre el verdadero

juego, la verdadera interioridad del ser al que definen como sincero.







En el constante camino del mundo, desde su prehistoria, desde sus comienzos hasta nuestros días, los puntos álgidos han sido muy claros y muy concretos. De la prehistoria se salió por lo que se llama el Neolítico. El descubrimiento de América cambió las estructuras mentales sobre la concepción del mundo. Seres como Newton, Galileo, Copérnico, apoyaron exhaustivamente las nuevas creencias y los conceptos que el ser humano debía empezar a elaborar desde ese momento. Hombres como Fleming, Pasteur y otros tantos científicos


que han dado su vida por mejorar la salud del cuerpo físico de los hombres, marcaron también su hito. Cuando el hombre puso su planta sobre la superficie del satélite de la Tierra, se empezaron a ampliar sus fronteras físicas y cósmicas.



Analizada la historia del mundo, vemos que, en definitiva, todo han sido avances de tipo tecnológico, físico y científico y nos damos cuenta de que la evolución ética y moral ha quedado anclada en conceptos de hace 2.000 años, que siguen ahí sin ser desarrollados. Se utiliza, por ejemplo, la filosofía propugnada por los grandes maestros como bandera, como arma política, como arma económica y de opresión


sobre los pueblos, pero apenas se utiliza su mensaje para acercarnos los unos a los otros. Se utiliza para separarnos cada día más.



El constante devenir del hombre desde sus orígenes trajo también cosas positivas, pero éstas a menudo son utilizadas como armas arrojadizas de unos pueblos contra otros.



Es necesario volver la vista a hace 2.000 años para poner ya en funcionamiento los conceptos vertidos por seres que, como Jesús, vinieron al planeta para ayudar. 2.000 años de retraso espiritual lleva la humanidad y el momento del cambio de estructuras mentales, a nivel espiritual, está cada día más cerca.



Es necesario volver atrás para poner en marcha todo aquello que



quedó en embrión, todo aquello que quedó estancado y que ahora se hace patente su necesidad.



El hombre debe adquirir consciencia de por qué está aquí, de cuál es su misión, y para ello quizás deba sufrir el derrumbamiento de todos sus pilares materiales, físicos, científicos y tecnológicos. Quizás sea necesario que esto quede completamente arrasado, para que resurja de entre esas cenizas lo que todavía está virgen: su espíritu.



El hombre actual está absolutamente mediatizado por los medios que le rodean. La sociedad le oprime y entonces no sabe encontrar una salida. Piensa que la salida es la agresividad, cuando la única salida es el amor. La única que existe, ha existido y existirá.


viernes, 9 de julio de 2010

Escritos de Geenom 18



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La humildad, como carrocería del vehículo de la evolución, es lo que ven los demás. La carrocería es el aspecto externo del vehículo



Un vehículo consta de motor y carrocería, pero no serviría de nada si no tuviera combustible que le hiciera andar. De la misma forma, el vehículo de la evolución tiene un motor .que es la fe, una carrocería que es la humildad y un combustible que es la caridad. La caridad es, además, la base fundamental para el movimiento. Tener caridad implica acción caritativa. No es una palabra solamente, es una consecuencia que se deriva de tener caridad. La caridad es la base de la iniciativa, por tanto, el eje central de la voluntad. Voluntad para hacer cualquier movimiento, para acometer cualquier tipo de empresa, teniendo como eje la caridad. Caridad con uno mismo y con el prójimo, que es parte de uno mismo, igual que uno es parte del prójimo, puesto que ambos tienen algo en común: su esencia o espíritu.

 

Si una persona no tiene voluntad de moverse, acaba atrofiando todos sus músculos. De la misma forma, si una persona no tiene voluntad de evolucionar, acaba constriñendo y atrofiando todos aquellos engranajes de que consta su vehículo.

 

Amar a tu prójimo significa reconocer que eres como él y que él es como tú. Amar a tu prójimo significa que tienes fe en él, de la misma manera que tienes fe en ti. Amar a tu prójimo es acompañarle, compadecerle y ayudarle cuando esté caído.


 

Ninguna de esas palabras, fe, humildad y caridad, significarían nada si no tuvieran un fin concreto: realizar una acción.

 

La humildad, como carrocería del vehículo de la evolución, es lo que ven los demás. La carrocería es el aspecto externo del vehículo;

una carrocería que, sin ser pretenciosa, cumpla perfectamente el fin por el que existe.

 

"La fe mueve montañas", dijo alguien. Sin embargo, una fe quebradiza puede romper también todo el sistema interno de una persona. La fe debe estar bien sujeta en la carrocería, es decir, debe estar bien apoyada en la humildad. Si reconoces que no eres más que una gota, la fe, que es lo que nos impulsa a buscar la fusión con las otras gotas, estará bien apoyada.

 

La caridad es el combustible. Hacer el bien sin mirar a quién se lo haces, porque en la cadena ese bien retornará, indefectiblemente, al que lo generó. De cualquier forma, hace falta un conductor, y ese conductor debe tener voluntad de conducir el vehículo de la evolución.

 

En cualquier orden de cosas que se acometen durante nuestra vida, debemos tener fe en su logro, humildad para reconocer lo escaso de nuestros medios, caridad para no herir a nadie durante la consecución de ese logro y voluntad firme para llegar al final.

 

Los caminos pueden ser tortuosos. Puede haber troncos caídos en medio del camino. La experiencia del conductor evitará el choque. Como experiencia tiene lo que va a aprendiendo día a día, lo que va acumulando en su interior y, además, hay muchas señales que indican los peligros del camino; ellas son su conciencia. Siguiendo las señales, manejando con cuidado el vehículo, teniendo voluntad de llegar al final del camino, no haciendo daño a los demás conductores, sino ayudándoles a que su conducción sea más segura, imprimiendo la potencia suficiente al motor y no descuidando, ni un día siquiera, el cuidado de la carrocería, con toda seguridad llegaremos al final del camino.

Y en ese final encontraremos alojamiento, refugio de cuerpo y de alma. Habremos conseguido llegar a la meta que nos propusimos y allí estarán los brazos de aquellos que nos quieren, para recogernos y animarnos a seguir a otra etapa posterior.

No descuidemos el vehículo de que disponemos. No descuidemos ninguna de sus partes. Todas son necesarias. Si una falla, todo falla. Seamos conscientes de que el camino tiene dificultades y no conduzcamos despreocupadamente, porque en cualquier curva podemos encontrar el tronco y hay que estar preparados para saber frenar y esquivarlo.

 

De algo tiene que servirnos la experiencia. De algo tienen que servirnos los consejos que nos dan conductores más experimentados. No desoigamos las palabras de nadie, porque todos tenemos algo que decir, y aprendiendo lo que nos dicen, asimilándolo, siendo conscientes de cada una de sus palabras, llegará un momento en que podremos enseñar a conducir a otros que hayan empezado después.



































lunes, 5 de julio de 2010

Escritos de Geenom 17

Todo en la naturaleza es plural. La palabra como reflejo del pensamiento. La práctica, materialización de los deseos y los pensamientos.




Todo necesita su parte, pues nada es individual si no sucumbiriamos. Necesitamos siempre a otra persona para manejar los asuntos en lo que se refiere a la vida....


Todo en la naturaleza es plural. No hay nada que sea individual, no hay un ser único en una especie; si fuese único sucumbiría.

 

Todo está creado para encontrar su correspondencia. Cualquier cosa que analicemos en la naturaleza, nos mostrará que su creación ha estado basada en un destino cierto: el dar lo que produce, lo que es capaz de crear. Las flores producen aroma, generan nuevas plantas y además embellecen el paisaje.

Cualquier cosa que existe en la naturaleza es plural, nada es singular. El hombre que almacena dentro de él todo cuanto aprende y no enseña a los demás lo que ha aprendido, cuando muera no habrá dejado huella de su paso por la Tierra. Nadie recordará a este hombre, porque ha sido un ser que ha buscado la individualidad, ha buscado el

aislarse de los demás. Incluso para odiar se necesita el que odia y el que es odiado. Todo es plural.

Si el andar por la vida es una búsqueda constante del Yo interno, cuando se haya encontrado es el momento de enseñar a los demás cómo se busca. Algunos lo intentan y pocos lo consiguen. Durante la

búsqueda, necesitan exteriorizar aquellas sensaciones que les llegan a la mente: sensaciones de alegría y lo exteriorizan cantando, sensaciones

de amor y lo exteriorizan componiendo poesías. La forma de expresión más material es la propia palabra como reflejo del pensamiento. La palabra es el reflejo más denso, más accesible, del pensamiento.

El poeta quiere exteriorizar a los demás este sentimiento y lo hace por medio de la palabra, porque sus semejantes tienen que saber lo que él siente. Y lo hace de una forma bella; no utiliza palabras vulgares. Busca en la naturaleza la forma de poder expresarlo mejor. Un río no es para el poeta simplemente un río; puede ser murmullo o arrullo. Cualquier cosa que es reflejo del río, es utilizado por el poeta. Pero la poesía está olvidada. Las palabras se utilizan para convencer a los demás de que somos mejores y más buenos. No es la palabra lo importante. La palabra es teoría; los hechos son la práctica, por tanto la materialización de un deseo y de un pensamiento.

Si el hombre siente calor, busca la sombra para refrescar su organismo. Si el hombre siente frío, busca el calor para sentirse más vivo. El hombre vive siempre pendiente de su cuerpo, de que esté cómodo y atendido, y para ello pospone la atención que su espíritu merece. No damos importancia al espíritu y él es el que realmente dirige y controla todo lo que hacemos. El espíritu ve por encima de lo que nosotros vemos, siente por encima de lo que nosotros sentimos, se comunica por encima de las palabras y por encima de los hechos. El espíritu está por encima de nuestras percepciones físicas.
Si no atendemos nuestro espíritu, cada vez se irá recargando de más y más capas, de vestiduras que variarán su color dependiendo de los actos que realicemos, y está claro que las vestiduras que lo cubrirán serán vestiduras oscuras, porque todo lo estaremos dirigiendo para la satisfacción de nuestro cuerpo, y con vestiduras oscuras la luz no penetrará.

El hecho de vivir ya es una manifestación clara y palpable de que

no estamos solos y de que hemos recibido algo muy importante: la vida. Gracias a nuestros padres podemos vivir.
El egoísta no quiere relacionarse con los demás para no tener que dar. Niega hasta la vida a su probable hijo.

No da nada de sí mismo, sólo está con la puerta de entrada abierta y tiene la de salida cerrada a cal y canto. Todo lo que recibe es material, pero la materia pesa. Cuanta más materia almacene, más pesará y más difícil será andar, porque la materia será un lastre. No podrá después desprenderse de ella con facilidad, porque para eso hay que darla. El

que no la da, el que sólo recoge, se empezará a hundir. Lentamente se empezará a hundir. Cuando ya esté hundido perecerá, se habrá fundido con la materia. Todo, absolutamente todo, desde la cosa más material a la cosa más etérea, debe servir para enriquecernos en un momento dado. Extraeremos de ello lo que necesitamos y el resto lo deberemos dar.

Nadie debe pedir lo que le sobra. Todos debemos dar lo que no vamos a utilizar. Nadie es más importante por tener más posesiones. El más importante es el que mucho ha recibido y mucho ha dado. Todo se reduce a la palabra amor. Y amor es dar. Amor es entregar la mano a tu hermano si tu hermano necesita esa mano.

No sirve de nada nuestro cuerpo una vez que ha muerto, que la carne empieza a corromperse, porque dentro de nosotros están los suficientes elementos como para hacer desaparecer nuestro cuerpo una vez que ha fallecido. Así pues, ¿para qué queremos enriquecer nuestro cuerpo?, ¿de qué sirve colgarle medallas y abalorios, si nada de eso puede hacernos crecer? Crecer en sabiduría, en la luz, en nuestra propia estimación y en la estimación de los demás.

La sencillez de conceptos, el hablar para que todos nos entiendan, es una forma de dar. El hablar con pedantería para entenderse

solamente uno mismo, es soberbia. Esto es un simple ejemplo de lo mal

que se puede utilizar la palabra y aquello que, sin merecerlo, hemos recibido.










































































































































viernes, 2 de julio de 2010

Escritos de Geenom 16

Todos los derechos reservados al grupo AZTLÁN "LOS MANUSCRITOS DE GEENOM" "INDUCCIONES" La paz, un objetivo para el hombre. La oscuridad del pasado y la luz del futuro.








 
La paz es el medio ideal para que se desarrolle la armonía. El hombre pone todo su empeño en la búsqueda de la paz. Hace de la paz un fin, pero ha tergiversado los términos. El hombre busca la paz, pero ha cambiado su nombre por el de tranquilidad. Utiliza frases tópicas que definen claramente su verdadero deseo. Dice: "quiero que me dejen en paz", y con ello claramente expone que no le interesa el mundo que le rodea. Quiere estar tranquilo, sin preocuparse por lo que le rodea. Cuando un hombre muere se dice que ha encontrado la paz, es decir, que ya los problemas del mundo le han dejado de importar.


La paz es el ámbito donde se desarrolla la armonía. No se puede hablar de la armonía en un mundo caótico. El mundo Tierra es un mundo caótico. No hay paz, no hay armonía. Para encontrar esa paz debe eliminarse el desorden y el caos que imperan en estos momentos.


No sirve de nada aislarse para hallar la paz interior. La paz hay que buscarla en todo lo que nos rodea; hay que ayudar a crearla.


En un callejón oscuro, en un túnel oscuro, buscamos desesperadamente las paredes para apoyarnos, para saber dónde nos encontramos. Abrimos los ojos desmesuradamente para hallar una luz


que nos guíe. Cualquier ruido nos sobresalta. Sin embargo, cualquier luz nos ayuda a encontrar el camino. Por muy pequeña que sea esa luz, para nosotros, que estamos metidos en un callejón oscuro, es un faro potente que nos guía a la salida.

 
El roce de una mano en la oscuridad nos sobresalta. No está el hombre de la Tierra preparado para recibir ayuda; cree que se basta y se sobra a sí mismo para resolver sus problemas. La realidad es que el hombre, cada día, va adentrándose más y más en un callejón oscuro y sin salida.


El tiempo que se avecina es un tiempo de luz. Ya no habrá callejones oscuros; todas las calles estarán iluminadas; podremos


vernos los unos a los otros, mirarnos a la cara, vernos tal como somos y el roce de una mano será una señal de amistad. Cada paso que demos será un paso seguro, porque veremos el terreno donde vamos a darlo. Ahora, el hombre de la Tierra piensa dos veces antes de dar un paso. Piensa que aunque el terreno parezca seguro, puede ser un terreno resbaladizo.


Cada día que pasa es un día menos en el saldo de los que quedan por llegar, de la marcha atrás, de la cuenta atrás.


Busca desesperadamente el hombre la luz en su callejón oscuro, pero no todos los hombres. Algunos buscan en sus bolsillos la cerilla. Otros gritan desesperadamente para que alguien les ilumine el camino. Hay unos terceros que, mirando fijamente las palmas de sus manos van, poco a poco, acostumbrándose a una oscuridad que, paulatinamente, va desapareciendo a medida que se hace más patente la luz que emite su propio espíritu.


Si miramos a un cielo estrellado de noche, nos parece hermoso. Pero lo que nos parece hermoso son las luces que se destacan en el negro cielo, no lo negro del cielo. Buscamos la estrella más brillante y nos parece hermosa. Son pocos, sin embargo, los que miran al cielo.


Andando paso a paso con la luz que emana de nuestro propio espíritu, andaremos por ese callejón, en la seguridad de que hallaremos la salida. Sólo los que no quieren mirar no se atreverán a dar los pasos necesarios. Debemos usar toda nuestra fuerza interior para recorrer los pasos que nos quedan hasta llegar a nuestro destino, porque al final estará la luz, la luz que nos permitirá vernos los unos a los otros y saber que estamos juntos, unidos y que, después, nos serán mucho más


fáciles todas las relaciones que mantengamos con todos los seres que nos rodean, porque la luz nos hará visibles.


Ese es el mensaje que debe llegar de dentro de cada uno de nosotros; el mensaje de luz, de amor y de fuerza. El mensaje que, día a día, irá calando dentro de la oscuridad que el hombre ha ido poniendo en su entorno para defenderse del ambiente que le rodea. El mensaje de luz destruirá las tinieblas, entrará por cada uno de los poros de nuestro cuerpo y de nuestra mente; el mensaje de luz destruirá todas las barreras, todos los dogmas, todas las premisas que han sido impuestas para poder andar en este mundo oscuro, en el que el hombre de la


Tierra está viviendo.


El que quiera escuchar este mensaje, sólo tiene que despojarse de las negras vestiduras que le cubren. El que quiera seguir este mensaje deberá romper las cadenas que lo atan a la Tierra, porque sólo liberándose de las negras vestiduras y de las cadenas, podrá ser realmente libre.