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viernes, 9 de julio de 2010

Escritos de Geenom 18



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La humildad, como carrocería del vehículo de la evolución, es lo que ven los demás. La carrocería es el aspecto externo del vehículo



Un vehículo consta de motor y carrocería, pero no serviría de nada si no tuviera combustible que le hiciera andar. De la misma forma, el vehículo de la evolución tiene un motor .que es la fe, una carrocería que es la humildad y un combustible que es la caridad. La caridad es, además, la base fundamental para el movimiento. Tener caridad implica acción caritativa. No es una palabra solamente, es una consecuencia que se deriva de tener caridad. La caridad es la base de la iniciativa, por tanto, el eje central de la voluntad. Voluntad para hacer cualquier movimiento, para acometer cualquier tipo de empresa, teniendo como eje la caridad. Caridad con uno mismo y con el prójimo, que es parte de uno mismo, igual que uno es parte del prójimo, puesto que ambos tienen algo en común: su esencia o espíritu.

 

Si una persona no tiene voluntad de moverse, acaba atrofiando todos sus músculos. De la misma forma, si una persona no tiene voluntad de evolucionar, acaba constriñendo y atrofiando todos aquellos engranajes de que consta su vehículo.

 

Amar a tu prójimo significa reconocer que eres como él y que él es como tú. Amar a tu prójimo significa que tienes fe en él, de la misma manera que tienes fe en ti. Amar a tu prójimo es acompañarle, compadecerle y ayudarle cuando esté caído.


 

Ninguna de esas palabras, fe, humildad y caridad, significarían nada si no tuvieran un fin concreto: realizar una acción.

 

La humildad, como carrocería del vehículo de la evolución, es lo que ven los demás. La carrocería es el aspecto externo del vehículo;

una carrocería que, sin ser pretenciosa, cumpla perfectamente el fin por el que existe.

 

"La fe mueve montañas", dijo alguien. Sin embargo, una fe quebradiza puede romper también todo el sistema interno de una persona. La fe debe estar bien sujeta en la carrocería, es decir, debe estar bien apoyada en la humildad. Si reconoces que no eres más que una gota, la fe, que es lo que nos impulsa a buscar la fusión con las otras gotas, estará bien apoyada.

 

La caridad es el combustible. Hacer el bien sin mirar a quién se lo haces, porque en la cadena ese bien retornará, indefectiblemente, al que lo generó. De cualquier forma, hace falta un conductor, y ese conductor debe tener voluntad de conducir el vehículo de la evolución.

 

En cualquier orden de cosas que se acometen durante nuestra vida, debemos tener fe en su logro, humildad para reconocer lo escaso de nuestros medios, caridad para no herir a nadie durante la consecución de ese logro y voluntad firme para llegar al final.

 

Los caminos pueden ser tortuosos. Puede haber troncos caídos en medio del camino. La experiencia del conductor evitará el choque. Como experiencia tiene lo que va a aprendiendo día a día, lo que va acumulando en su interior y, además, hay muchas señales que indican los peligros del camino; ellas son su conciencia. Siguiendo las señales, manejando con cuidado el vehículo, teniendo voluntad de llegar al final del camino, no haciendo daño a los demás conductores, sino ayudándoles a que su conducción sea más segura, imprimiendo la potencia suficiente al motor y no descuidando, ni un día siquiera, el cuidado de la carrocería, con toda seguridad llegaremos al final del camino.

Y en ese final encontraremos alojamiento, refugio de cuerpo y de alma. Habremos conseguido llegar a la meta que nos propusimos y allí estarán los brazos de aquellos que nos quieren, para recogernos y animarnos a seguir a otra etapa posterior.

No descuidemos el vehículo de que disponemos. No descuidemos ninguna de sus partes. Todas son necesarias. Si una falla, todo falla. Seamos conscientes de que el camino tiene dificultades y no conduzcamos despreocupadamente, porque en cualquier curva podemos encontrar el tronco y hay que estar preparados para saber frenar y esquivarlo.

 

De algo tiene que servirnos la experiencia. De algo tienen que servirnos los consejos que nos dan conductores más experimentados. No desoigamos las palabras de nadie, porque todos tenemos algo que decir, y aprendiendo lo que nos dicen, asimilándolo, siendo conscientes de cada una de sus palabras, llegará un momento en que podremos enseñar a conducir a otros que hayan empezado después.