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domingo, 11 de julio de 2010

Escritos de Geenom 21

La agresividad. Los cuatro puntos cardinales de la Conciencia.





El egoísmo es la pieza fundamental que nos mueve con agresividad hacia los demás. Buscamos obtener cuanto deseamos sin tener en cuenta dónde, cuándo y cómo buscarlo. Sólo tenemos en cuenta de quién obtenerlo.

La manifestación más palpable de la emotividad del hombre es la agresión; agresión a cuanto le rodea. Los deseos insatisfechos que se producen a nivel consciente o inconsciente, producen una reacción violenta muy marcada emotivamente. El egoísmo es la pieza fundamental que nos mueve con agresividad hacia los demás. Buscamos obtener cuanto deseamos sin tener en cuenta dónde, cuándo y cómo buscarlo. Sólo tenemos en cuenta de quién obtenerlo. Cuando no hallamos la respuesta adecuada, entra en funcionamiento la agresividad.

Siempre esperamos obtener algo, aunque lo que demos sea mucho más pequeño. La auto valoración, el egocentrismo, son determinantes. Cuantitativamente damos poco, pero creemos que cualitativamente es mucho más de lo que esperamos recibir.

Si tuviésemos en cuenta que el hombre, desde sus comienzos, buscaba ante todo la satisfacción a sus deseos, veríamos cómo es una pauta de comportamiento que está intrínseca en él.

La diferencia entre el hombre evolucionado y el que no lo está, es que el hombre evolucionado busca satisfacer sus deseos sin menosprecio de nadie. El hombre no evolucionado no se para a mirar el daño que puede causar por la obtención de sus deseos.

Cuando el hombre está solo, cuando tiene que obtener de sí mismo lo que desea, entonces llega la angustia, la locura, porque no está preparado para dar, sólo para recibir. Así, se une a los demás para obtener lo que busca. A veces les pone la etiqueta del bien común; dice hacer las cosas para el bien común. En primer lugar hace las cosas para su autosatisfacción, camina a ciegas, no desea ser equiparado a nadie. El orgullo y la soberbia son piezas fundamentales del egocentrismo y no existe el hombre solo, ni es el centro de la creación. Es una pieza importante, es una pieza muy importante, pero en absoluto la más importante.

Para amar agrede; para agredir dice que ama. Los labios dicen unas cosas que los ojos desmienten. Es tan necio que piensa que sus actos no le delatarán. Siempre se sabe por qué hacemos las cosas; más tarde o más temprano, pero siempre; porque a pesar de que intentemos ocultarlo a los demás, no podremos ocultarlo a nosotros mismos.

Seamos sinceros a pesar del riesgo que esto conlleva. No nos engañemos a nosotros mismos ni a los demás, porque estaremos entonces parándonos en ese camino que hemos obligatoriamente de recorrer. Así lo deseamos en su día y así debemos llegar hasta el final.

No seamos injustos porque el ser injusto significa ser una persona con muy poca caridad. Justicia, humildad, caridad y sinceridad, serían los cuatro puntos cardinales de nuestra conciencia. Puntos de referencia, puntos donde habría que dirigir la mirada cada vez que tenemos que relacionarnos con los demás, que tenemos que tomar decisiones o que debemos pedir algo, porque siempre pedimos algo a cambio, y ese no es el camino.

Siempre que debamos pedir algo hagámoslo sin temor, sin temor a que nos pidan la contrapartida. No pedimos para que no nos pidan; este es el gran error. Somos una cadena, estamos interrelacionados. No seamos un corte en esa cadena.

De los cuatro puntos cardinales recibimos influencia. Debemos tocar con los pies, con las manos, con la cabeza, los cuatro puntos cardinales. Marquemos los pasos en el camino que nos hemos trazado. Veamos dónde está nuestra mano izquierda y nuestra mano derecha. Miremos hacia el Norte, hacia arriba; pisemos bien en el Sur, pero no nos desconectemos de los puntos cardinales que nos hacen falta para seguir adelante, porque en el centro de los cuatro está la marca principal que nos impulsa hacia adelante: la fe en nosotros mismos.
Tengamos también fe en los demás y en que al final encontraremos lo que hemos buscado. No cerremos la puerta a nadie, porque cerrar la puerta es cortar el eslabón de la cadena. Abramos nuestros brazos y nuestro corazón, porque en él tiene cabida toda la humanidad. Somos parte de ella. No nos desvinculemos, no queramos ir por nuestro camino pensando que es el único o el mejor. Es una cadena y todos vamos por el mismo camino.

Escuchemos a nuestros hermanos y que nuestra boca diga exactamente lo que dicen nuestros ojos, porque siempre, más tarde o más temprano, sabremos y sabrán por qué hacemos las cosas. No nos engañemos y seamos fieles a nosotros mismos.

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