La forma de manifestarse el espíritu está en la relación directa con el medio que le rodea.
La forma de manifestarse el espíritu está en la relación directa con el medio que le rodea.
El espíritu del hombre de la Tierra necesita un cuerpo físico y tangible para poder desarollarse y evolucionar. El hombre, compuesto esencialmente de materia y espíritu, apenas vislumbra lo que éste es, y en cuanto a su cuerpo, no conoce apenas su funcionamiento.
Sabe que los pulmones le permiten respirar y distribuir el oxígeno por el cuerpo a través de la sangre. Sabe que el estómago le permite digerir los alimentos, que el hígado es un laboratorio donde se crean y se distribuyen aquellos compuestos químicos que el cuerpo necesita para vivir; pero el hombre pocas veces se ha parado a pensar en la función que desempeñan, por ejemplo, cada uno de los dedos de su mano.
Todo aquello que para el hombre es natural apenas merece un ligero estudio. De esa forma, andando por el campo, el hombre puede sentirse solo, abandonado. Si andase más en sí mismo, si analizase todo su cuerpo, toda su estructura, todos los elementos que lo componen, se daría cuenta que no está solo, que alguien a tenido que crear ese cuerpo, que si andando por el campo ve que su cuerpo proyecta una sombra, es porque hay una luz y esa luz no la ha creado él; pueden ser la luz del Sol o la luz de la luna.
Sentirse solo es señal de que no hemos encontrado a nuestro amigo, de que nos hemos quedado en la parte superficial. Cada célula de nuestro cuerpo está vibrando.
Cada célula de nuestra alma está vibrando. Cada partícula energética de nuestro espíritu está vibrando. El hombre se siente solo cuando esta vibración no encuentra resonancia, cuando la vibración de todos los elemetos que componen el ser humano , desde el espíritu hasta la materia, no forma una armonía perfecta. Son diferentes escalas de vibración, pero forman una armonía perfecta.
Constantemente estamos proyectando esta armonía para encontrar la resonancia. Muchas veces creemos encontrar esa resonancia, pero luego nos damos cuenta que esta armonía se convierte en desarmónica. El hombre está dotado de las facultades necesarias para no hallarse solo. Busca intermitentemente la forma de dar consistencia a su armonía, de crear una imagen con ella, de crear una nota diferenciadora que lo distinga de los demás.
El diapasón marca el "la". Cada hombre busca su nota y busca también que esa nota sea armónica con los demás hombres. En la búsquda de la armonía entre los hombres, esta nota pierde tonalidad cuando no encuentra la resonancia adecuada, pero cuando la encuentra se convierte e una nota hermosa que, al sonar, queda en el aire impregnándolo todo.
Tenemos que buscar nuestra nota haciendo vibrar las cuerdas de nuestro ser: las más graves de la materia, las más finas y sutiles del espíiritu, como el arpa. No hagamos ruidos con nuestro ser integral, hagamos música, porque en el universo reina la música.
No pensemos que estamos solos. Sólo está solo aquel que huye de sí mismo. El que se busca a sí mismo nunca está solo. Busquemos el arco que haga vibrar nuestras cuerdas. Ese arco está en las experiencias de cada día. Tomémoslas, analicémoslas con lógica, con inteligencia, porque el Padre nos ha dado el intelecto para usarlo, no para dejarlo inutilizado.